Feria 6º agosto 2016
Escrito por Super User en . Publicado en Uncategorised
Queridos hermanos y hermanas:
Siempre que llega la fiesta de Santa MarÃa Eugenia, nuestra Madre Fundadora, tengo un sentimiento de agradecimiento y de felicidad.
Felicidad de saborear, gracias a ella, la santidad de una vida completamente ofrecida a Dios, una vida que ha dado fruto. En cierta manera, la fiesta del 10 de marzo nos recuerda nuestra vocación a la santidad. Nos une a la Asunción del cielo, en particular a todos los mártires y a los fundadores y fundadoras de la gran familia de la Asunción.
Agradecimiento por la fe profunda y el gran amor de esta mujer que se adhirió al Señor desde el mismo instante en el que Él mismo se le reveló de manera personal. Al comenzar la fundación de la Congregación, la fe y el amor fueron las bases de la vida de MarÃa Eugenia y de su audacia confiada.
Nuestro agradecimiento por el pasado es todavÃa mayor en este penúltimo año de preparación al Bicentenario de su nacimiento y del de M. Thérèse Emmanuel ya que el último Consejo General Plenario nos ha animado a proseguir con decisión la travesÃa hacia la otra orilla. Queremos avanzar con confianza, apoyándonos en la fe de nuestras antepasadas en la Congregación porque en ellas encontramos inspiración y aún más en Jesucristo, en quien ambas se anclaban para avanzar.
La historia santa de MarÃa Eugenia nos convoca a hacer su misma experiencia de entrega total de la vida a la voluntad del Señor, haciendo verdad en nosotras mismas, con el compromiso perseverante de darle gloria a través de nuestras más pequeñas acciones. Porque todo cobra sentido desde el momento en el que habitamos cada instante de nuestra existencia y lo vivimos conscientemente.
Nuestra vocación como camino…
Como se puede decir de toda vida, nuestra vocación bautismal es una peregrinación. La llamada que escuchamos una vez se va renovando. Nos moviliza y nos arrastra en un movimiento de salida de nosotras mismas para vivir una relación personal, para dejar resonar la voz de Aquel que llama. Esa fue la experiencia de todos nuestros Padres y Madres en la Fe, desde Abraham hasta los Apóstoles, cuyos pasos seguimos todos nosotros, discÃpulos de hoy, herederos y herederas de santa MarÃa Eugenia, caminantes en búsqueda de un rostro y de una orilla.
El seguimiento de Cristo se vive con otros; nos conduce hacia ellos, ofreciéndonos asà la oportunidad de ayudarnos y sostenernos mutuamente en nuestras vocaciones respectivas y complementarias. Asà lo experimentó santa MarÃa Eugenia, ella supo percibir el momento oportuno de dar el SI que orientó y transformó su vida. Una vez que tomó la decisión de consagrarse a la misión que se le confiaba, no se echó atrás. Se lo prometió a sà misma y lo habÃa prometido al Padre Combalot tras muchas resistencias: « Nuestro Señor me ha concedido un gran atractivo por su obra, con gusto soportaré muchas cosas para consagrarme enteramente a ella si llega a realizarse…»2
El amor, fue el horizonte, la luz y la fuerza de santa MarÃa Eugenia. Volvemos cada año sobre sus pasos para hacer memoria de ella y de este modo recibir inspiración de su fortaleza de ánimo, de su compromiso total y sobre todo de su fe en un futuro que no podÃa imaginar ni de lejos; la obra que hoy nosotras/os tenemos la responsabilidad de continuar.
Un camino hacia el propio interior…
Santa MarÃa Eugenia recibió la gracia de poder entrar en ella misma, comprendió su vocación como un camino de conversión decidido y decisivo, que es el comienzo del camino humano. Supo estar atenta a la Palabra de Dios y escuchar sus propios pensamientos, dejando brotar su deseo más profundo de ser totalmente para Dios. Esto explica su gusto por la relectura y su aprecio del acompañamiento espiritual. Supo también tener confianza en sus hermanas y de manera especial en M. Thérèse Emmanuel, viviendo una especie de acompañamiento fraterno que les permitió sostenerse mutuamente con perseverancia.
Sus escritos, signos de su profundidad y de una real escucha de Dios, nos han permitido redescubrir su itinerario espiritual muy marcado por un deseo de santidad que el Padre d’Alzon acompañó y animó. MarÃa Eugenia nos ha dejado el ejemplo de un camino personal recorrido con honradez y con deseo de crecer en la verdad de la llamada cotidiana a la santidad. Es impresionante ver todo el tiempo que dedicó a escribir sus notas Ãntimas teniendo un programa de vida ya muy lleno de las obligaciones de su responsabilidad, de las prácticas espirituales y de la formación que daba fielmente a las hermanas a través de las instrucciones de CapÃtulo. Era muy consciente de la importancia de poner cimientos sólidos en aquellos tiempos de Fundación, aunque ella no se daba gran importancia: « no soy fundadora sino que he sido la primera piedra puesta por la mano de Dios »3 … « todas somos piedras de fundación »4 . SabÃa que tenÃa que abrir camino con y para las demás.
Un camino hacia los demás…
Si nuestro camino de conversión, nos vuelve primero hacia nosotros mismos, es también un movimiento hacia los demás, una salida hacia ellos para cuestionarnos, confirmarnos y afirmar lo que somos. Los hilos de nuestra humanidad se entrelazan en la respuesta a la llamada que todos hemos recibido: nos ayudamos y nos sostenemos mutuamente en la vida de fe y en los diversos compromisos. Porque « si vivimos, vivimos para el Señor »5 pero también por y para los demás.
En camino hacia la celebración del Bicentenario conviene evocar la gracia especial de amistad que unió a nuestra Madre Fundadora con M. Thérèse Emmanuel quien consagrándose plenamente a su misión especÃfica en la comunidad, fue para MarÃa Eugenia apoyo indefectible y compañera de camino. El encuentro de estas dos mujeres se materializó en un real afecto mutuo lleno de respeto. Asà se fortalecieron en la aventura que las habÃa unido. Su amistad leal y fraterna en los comienzos de la Congregación es un bello ejemplo para nosotros/as.
Con sus diferencias o a pesar de ellas, nuestras dos Madres fueron la una para la otra un don, una revelación del rostro de Dios que también les permitió descubrirse mutuamente como eran. Juntas y con todas las que se unieron a ellas a lo largo de los años, asentaron los cimientos de la Congregación, poniendo en común sus deseos y atractivos, sus intuiciones y sus talentos, al servicio del proyecto de Dios.
Como MarÃa Eugenia y Thérèse Emmanuel, podemos crecer en el amor a través del conocimiento y de la ayuda recÃproca en comunidad, con nuestros amigos y con todas las personas que quieren caminar con nosotras.
Una relectura del camino…
Para ayudarnos en nuestro propio camino, podrÃamos retener la capacidad de relectura de MarÃa Eugenia, su habilidad para repensar sus experiencias y discernir en ellas la obra de Dios. La Iglesia nos invita a esta misma disposición del corazón durante la celebración de la noche pascual ya próxima, momento de memoria histórica solemne en el que volvemos a escuchar nuestra propia historia a través de la historia de Israel. Es una manera de continuar la relectura agradecida de nuestras vidas personales y comunitarias según la invitación del Papa Francisco durante el año de la vida consagrada. Henri J.M. Nouwen decÃa que « una vida sobre la que no se reflexiona no vale la pena. Contemplar la propia vida, pensar en ella y evaluarla está en la naturaleza del ser humano…»6 . La verdad de la mirada de MarÃa Eugenia sobre si misma fue un factor importante para su crecimiento humano y espiritual. Su capacidad de vivir a partir de su gran deseo del Reino de Cristo y del de llevar en ella la semejanza de Jesús le hacÃa capaz de olvido de sÃ, de entrega sin reserva y de amar más allá de lo que hubiera creÃdo posible.
Quizá tengamos necesidad de entrar más a menudo en nosotros mismos, allà donde el Señor nos da cita, para encontrarlo y hallar nuestro « yo » verdadero en El, en el silencio de una escucha orante que nos prepare a la escucha atenta de los demás.
La Palabra de Dios cobra toda su importancia en esta experiencia ya que ilumina y serena al mismo tiempo que inflama. « MarÃa conservaba todas estas palabras y las meditaba en su corazón » (Lc 2, 19) … Y MarÃa Eugenia decÃa que hay que meditar el Evangelio « sopesando sus palabras como se pesa el oro, con gran respeto y gran celo, para identificarse con ellas »7 . Podemos pedir por su intercesión, la valentÃa de tener esta una mirada sobre nuestras vidas y la gracia de asumir nuestro propio camino de santidad.
* * *
Este año la fiesta de santa MarÃa Eugenia nos permite marcar una etapa en nuestro caminar hacia la celebración del Bicentenario y nos convida a la acción de gracias por nuestra propia historia santa. Es también ocasión propicia de hacer memoria de las personas que han sido testigos de nuestra vocación y de las opciones fundamentales y audaces de nuestras vidas. Podemos expresarles de nuevo nuestro agradecimiento, por haber estado en el origen de estas opciones o por habernos acompañado y confirmado en ellas.
Unamos también nuestros corazones en acción de gracias por el camino abierto por MarÃa Eugenia, por lo que el carisma y la espiritualidad de la Asunción han podido modelar y desplegar en nosotros, por lo que han hecho de nosotros. Siguiendo a Madre MarÃa Eugenia, acojamos nuestro camino personal de conversión bajo la mirada misericordiosa de Dios, en este año en el que estamos llamadas a exponernos al sol de su ternura para que irradie en torno a nosotros.
Que el redescubrimiento y la profundización del camino espiritual y de la historia santa de M. MarÃa Eugenia y de M. Thérèse Emmanuel iluminen nuestra propia experiencia de fe con sus alegrÃas, sus luchas, sus luces y nos estimulen a marchar por los surcos abiertos por ellas.
Que en este segundo año de preparación al Bicentenario de su nacimiento, sepamos darnos los medios para vivir una mayor proximidad con ambas.
Junto con toda la comunidad general ¡les deseo muy feliz fiesta!
Mére Thérèse Emmanuel nace el 3 de mayo de 1817. Su nombre de nacimiento y de pila es Catherine, para sus amigos más íntimos, Kate.
Su ciudad natal es Limerick, Irlanda. Ciudad fundada por Vikingos en el siglo IX. Una ciudad muy bella, famosa por su cultura, el arte, el deporte, la belleza mágica de sus paisajes. Ciudad bautizada como la “Dama de Irlandaâ€. El año 2011, es declarada Ciudad Europea del deporte, por su efervescencia en actividades deportivas y, en 2014, declarada “ciudad de la culturaâ€.
En esta bella ciudad, nace hace dos siglos una niña dotada de gracias especiales de Dios, “hasta dar envidia a los ángelesâ€, decÃa su confidente, su guÃa espiritual y testigo de la obra de Dios en ella: Mons. Gay.
Es la segunda hija de un matrimonio que tuvo cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Pierde a su mamá a los seis años y junto a su hermana Marianne, entra a un internado, con las Damas Inglesas de York. Hace su Primera Comunión a los 10 años, en Navidad. En el fervor de su alma joven, promete a Jesús entregarse a él en la vida religiosa. Luego entra al internado con las religiosas del Santo Sepulcro en New Hall. Aquà adquiere una alta idea y estima profunda por la vida religiosa, el gusto por las bellas ceremonias litúrgicas, que conserva toda su vida. Las semillas sembradas en su alma a través de la fe de su mamá y los dones del Cielo, crecieron en este ambiente de gracia y de paz.
A los 17 años, termina sus estudios y regresa a la casa paterna. En este ambiente, nada le falta. En medio de las distracciones del mundo, su fervor y su vocación se enfrÃan. Ella razona, discute con Dios, con el mundo, con la gracia de su vocación y los atractivos de la vanidad. A los 20, sufre la ruina económica de su papá y a las 21, se traslada con su hermana Marianne a Paris.
El 22 de marzo de 1839, se da el encuentro con el P. Combalot, quien con gran autoridad y en nombre de Dios le dice: “Dios la quiere. Usted debe ser religiosa. La bendigo para esta obra.†Se trata de la obra de educación de las Religiosas de la Asunción, cuya fundación se hizo el 30 de abril del mismo año; Catherine O’Neill se une a la primera comunidad el 5 de agosto.
Catherine, adopta en la vida religiosa el nombre de Thérèse Emmanuel. Es una joven de un alma ardiente, orgullosa y bella, precisa, decidida, delicada, con convicciones propias y tono de mando, celosa de su independencia. Bajo una apariencia un poco frÃa y religiosamente reservada, tiene un corazón muy rico y una bondad profunda.
Tiene un gusto especial por las bellas ceremonias litúrgicas. Ama la poesÃa, le encanta danzar.
“TenÃa la figura de un ángel, pero al que le faltaba poco para ser un ángel rebeldeâ€, dice Madre MarÃa Eugenia, recordando su primer encuentro con ella.
De alma tan orgullosa como su exterior, la sobrecoge el pensamiento del sacrificio y abraza con fervor – desde el inicio – todas las prácticas de la vida religiosa. Se abandona y se une a Jesucristo, entrando en un camino de unión Ãntima con él, dejándose invadir y abrazar por la presencia de Dios, sin tantos razonamientos humanos. Madre MarÃa Eugenia se encuentra muy pronto limitada en su ciencia para dirigir una oración que la sobrepasa…, Thérèse Emmanuel ha entrado en un franco camino de humildad y de amor. Su ejemplo empieza a ejercer una gran influencia en las demás hermanas.
En la Navidad de 1840, tiene las primeras gracias de “elevamiento†que modelarán en ella una persona mÃstica. Es conocida por ello como una “mÃstica del siglo XIXâ€. Esta noche, ella escribe, “Mi alma…, un establo desierto que no opone ninguna barrera a los vientos del cielo… un pesebre en donde comienza un nuevo serâ€. Efectivamente, Dios ha comenzado su obra maravillosa para cumplir su plan en su creatura: “Sé Emmanuel. Sé Emmanuel.†Sé mi presencia en medio de tu pueblo.
El 3 de mayo de 1841, Thérèse Emmanuel muestra claramente otros rasgos de su personalidad: su liderazgo al servicio de la comunión y su amistad sincera y fiel con MarÃa Eugenia.
El P. Combalot quiere irse de Paris con las hermanas. Madre MarÃa Eugenia se opone a su voluntad impetuosa y cambiante de la cual sufrÃan continuamente.
MèreThérèse Emmanuel cohesiona a las hermanas en una adhesión ejemplar a MarÃa Eugenia, haciendo frente al peligro de la desunión y dice: “¡Jamás nos separarán de Madre MarÃa Eugenia!â€.
El 15 de agosto de este mismo año hace sus Primeros Votos. Al año siguiente, es nombrada Maestra de Novicias, misión que realiza hasta el final de su vida.
Ella formó en la espiritualidad, en las virtudes y valores de la Asunción a las primeras nueve hermanas que sembraron los cimientos de la Asunción en este colegio a partir de enero de 1893: León, Nicaragua, ¡cuna de la Asunción en América!
MèreThérèse Emmanuel celebra su Profesión Perpetua el 25 de diciembre de 1844 y sus Bodas Eternas con Jesucristo el 3 de mayo de 1888.
Antes de su último suspiro dice: “Pertenezco a la Asunción, mi vida se ha consagrado por entero a ella; no la dejo; voy a la Asunción de la Eternidad… Estoy a la puerta; quisiera decir aún muchas cosas que deseo que queden y que las considero importantesâ€.
Mons. Gay, dirigiéndose a las religiosas de la Asunción al mes de su muerte, les dice: “Ustedes saben mis hermanas, que Mère Thérèse Emmanuel fue para su venerada madre fundadora: más que una cooperadora, más que una hermana, más que una amiga. David y Jonatán no tuvieron sus almas más unidas, que lo que las tuvieron estas dos Madres encargadas por Dios para establecer la Asunción. Ellas caminaron los mismos pasos, apoyada la una en la otra, decidiendo todo, haciendo todo en comúnâ€.
“Su vida ha sido para mà más que un libro. No he conocido nunca un alma a quien Dios haya hablado tanto. Pobre pequeña creatura amada por Dios hasta dar envidia a los ángelesâ€. “Mère Thérèse Emmanuel fue una religiosa perfecta, una Maestra de Novicias y una Madre plena, además de una contemplativa admirable. Y este elogio se queda cortoâ€.
Jóvenes, Asuncionistas todos, acojamos hoy su herencia, su espiritualidad, su camino de santidad. Ella nos dice que para estar presentes y comprometidos en el mundo de hoy, encarnados en la realidad sangrante y expectante, en esta tierra que gime y sufre dolores de parto, para ser agentes transformadores, debemos atrevernos a emprender una vÃa mÃstica, una vida de unión con Jesús, de confianza y abandono en Dios que camina y está en medio de su pueblo, Dios que es Misericordia y Amor. ¡Emmanuel, Dios con nosotros!
Marta Lorena, Religiosa de la Asunción
Sé Emmanuel. Quiero vivir en ti mi propia vida. Mi propia vida para los hombres.
Coloquio en Navidad 1942. Mère Thérèse Emmanuel tenía 25 años. Al recibir la hostia, tuve una impresión indescriptible, como de Jesús naciendo en mi alma. Toda mi naturaleza entró en un asombro apacible, sufriendo los efectos de esta maravilla: el Verbo de Dios descendiendo en mí para unirse realmente a mí por la gracia, como se unió a la Santa Humanidad por la persona… Sentía que entraba en mí como un vencedor queriendo llegar a ser la persona de mi vida y que mi humanidad se entregara totalmente a sus designios. Se trataba de reproducir en mí la vida de Cristo, de entregarme a sus misterios. Pensando en las acciones de mi vida, sentí con profundo respeto, que de ahora en adelante, éstas serían animadas por el Verbo Encarnado. No debía alejarme en nada de la Regla, llevando esta maravilla interior en un silencio y una paz extrema, estando para todos y en todas las cosas de una manera nueva. Estas palabras me fueron dichas: - “Sé Emmanuel. No seas más lo que has sido. Soy yo quien te ha llamado Emmanuel; te he llamado con mi propio nombre, porque quiero ser en ti, no quiero que sigas viviendo de tu propia vida, sino que sea yo quien viva en ti… Yo te he predestinado a eso.” La criatura debía morir para hacer lugar a Jesucristo (es una especie de lucha oscura entre Jesucristo que se apropia mi ser para usarlo según sus fines y yo que quiero permanecer siendo dueña de mi ser). “Estoy muerta y mi vida está escondida con Cristo, en Dios”. Más aún, “Vivo, pero no yo, es Cristo quien vive en mí”. Esta vida del Verbo en el alma cristiana es una de las consecuencias divinas del misterio de la Encarnación. Ahí se encuentra el sello de toda santidad, la ley que rige la unión del alma con Dios. Mi alma, sintiéndose cogida por este designio, se desprende siempre cada vez más de otras influencias, para ser tomada únicamente por éste. - “Como hija de la Asunción, tu parte es Jesús, Jesús en tu vida y para vivir de Jesús, quiero hacerte gustar a Jesús por todas partes, hacer que dejes todas las cosas por Jesús y seas Jesús para todos”.
Quiero que el carácter distintivo de la Asunción sea el espíritu sobrenatural, el espíritu de fe.
Mère Thérèse Emmanuel tenía 57 años cuando escucha a Jesús decir… - “Quiero que el carácter distintivo (de la Congregación) sea el espíritu sobrenatural, el espíritu de fe, pues es el espíritu de fe el que hace ver las cosas a la luz de Dios. Y brotará de una gran fe, de una fe ardiente. Hay que afirmar siempre lo que es sobrenatural, más conforme a mi Evangelio, más pobre, de mayor confianza en Dios, más despojado de sí mismo, más apoyado en mí, más dedicado y sacrificado a mis intereses. Yo las he escogido para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca. Esta obra que establezco debe tener un lado apostólico y debe dirigirla un espíritu apostólico como a los apóstoles. Ellos recurrieron a la oración, como cuando estaba con ellos durante mi vida mortal, como el medio frecuente que utilizaba para guiarlos y orientarlos en sus trabajos. Ya te he dicho que el Santísimo Sacramento expuesto en medio de ustedes, debe ser el centro donde tus hermanas recurrirán. La oración y la adoración serán su medio de comunicarse conmigo, de recibir mis luces para ser dirigidas en sus trabajos cerca de las almas. El Santísimo Sacramento es el misterio a través del cual se comunicarán en espíritu de fe. Entre ustedes es la base que sostiene el espíritu sobrenatural. Es el Maestro a quien traen los trabajos activos, como los apóstoles volvían a Jesús cuando vivía en medio de ellos y como volvían a la oración después de su Ascensión. Quiero que sean en la Iglesia lo que la Santísima Virgen fue después de mi Resurrección y mi ascensión hasta su Asunción, asistiendo a la Iglesia viviendo para Jesús en sus miembros, formándolo en ellos, sosteniéndolos, protegiéndolos. La fe es una gran cosa. Cree lo invisible. Hace ver como Dios, hace ver a Dios”.
Debemos imitar a la Virgen en su vida a partir de la Ascensión hasta la Asunción.
Coloquio de Mère Thérèse Emmanuel con Jesús. 19 de julio 1862. Mère Thérèse Emmanuel tenía 55 años. En su coloquio con Jesús de este día, Jesús le dice que como Congregación debemos imitar lo que la Santísima Virgen fue desde la Ascensión, hasta su propia Asunción. - Yo pensaba: “… ¿Y todos los otros misterios? Tu infancia, tu vida escondida, tu cruz… ¿No tendremos nosotras parte en ellos?” Jesús le responde: - “Hija mía, yo te he dicho que tu Congregación debía imitar por su parte esta vida de la Santísima Virgen ayudando a la Iglesia, formándome, alimentándome, protegiéndome en las almas. Pero antes de hacer eso, María había pasado por todos mis misterios en unión conmigo. Ella había vivido conmigo, yo estaba plenamente formado en ella. Hace falta que tus hermanas se eleven uniéndose conmigo, en mis estados, en mis misterios, para formarme en ellas, con el fin de que ellas puedan después, como María, comunicarme a las almas en la vida activa.”
¿Cuál será Señor la palabra de nuestra Asunción?
Coloquio de Mère Thérèse Emmanuel con Jesús. 20 de enero de 1868. M. T. E. tenía 50 años, cuando le pregunta a Jesús en este coloquio del 20 de enero de 1868: - ¿Cuál será Señor la palabra de nuestra Asunción? Él le responde: - Una palabra de alegría, de alegría divina, quien ve a Dios tiene la alegría y si ustedes quieren ser verdaderas asuncionistas, hace falta contemplar a Dios, elevándose por encima de todas las cosas de la tierra, despojándose como la nada, para entrar en la alegría del Señor, como lo hace mi Madre en este misterio de la Asunción. Mi alegría consiste en todo aquello que complace a mi Padre, todo lo que lleva a las almas salvadas hacia la Eternidad, que Dios sea alabado, glorificado, servido, obedecido. Oh hija mía, que tu Congregación me dé esta alegría y que ella ponga en esto su alegría. Así cumplirá sus designios eternos, mis deseos y su misión. Yo la he tomado para mí, ella debe realizar mis obras como mi mano derecha con la cual ejecuto todo lo que yo quiero… Quiero de ustedes la alegría divina, la alegría en las cosas de Dios, yo las identifico con mi Iglesia. Su espíritu será el espíritu de la Iglesia y se extenderá como el suyo, a todo aquello que conozca y ame a Dios. Nada de estrecho, de particular, de exclusivo, sino un espíritu universal, amplio como la verdad que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Camina a la luz de mi rostro que brilla sobre ti, consuélame y ríndeme por la vida que te doy, mil servicios y todo tu amor. Hazme surcos amplios y profundos para recibir el grano que quiero sembrar: la santidad. El arado que abre el surco del alma, es la cruz. Dios quiere cosechar en cada surco. Cuando todos los otros surcos den cosecha, aquel que no la dé, faltará a la cosecha que Dios ha sembrado. - Señor, ¿qué quieres de nosotras? - El amor hacia mi persona. La Asunción debe ser mi guardia, como una guardia de honor adherida a la persona de un príncipe. M. T. E. expresa después de este diálogo: Yo me extrañé de esta misión guerrera que él parecía confiarnos. Yo había pensado en algo más íntimo, contemplando a Dios como la Santísima Virgen en este misterio de la Asunción. Él dice que esta misión de vigilancia convenía justamente a la Asunción que es un misterio de gloria y de triunfo, que nosotras, como una guardia de honor llevando el signo de la victoria de Jesús – la Cruz – debíamos hacerla triunfar. Debíamos afirmar por todas partes su triunfo a través de una adhesión particular a su persona como hace una guardia de honor.
Mére Thérèse Emmanuel fue para Sta. MarÃa Eugenia más que una cooperadora, más que una hermana, más que una amiga. Siempre estuvieron muy unidas en esta misión encargada por Dios de establecer la Asunción en el mundo. Ellas caminaron los mismos pasos, apoyada la una en la otra, decidiendo todo, haciendo todo en común.
Asuncionistas, acojamos hoy su herencia, su espiritualidad, su camino de santidad. Ella nos dice que para estar presentes y comprometidos en el mundo de hoy, encarnados en la realidad sangrante y expectante, en esta tierra que demanda una transformación, debemos atrevernos a emprender una vÃa mÃstica, una vida de unión con Jesús, de confianza y abandono en Dios que camina y está en medio de su pueblo: ¡Emmanuel, Dios con nosotros!
Que este Gimnasio Mére Thérèse Emmanuel sea un espacio para hacer crecer nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro espíritu, todas las potencialidades de nuestro ser que Dios nos ha regalado.
Con este acto, iniciamos las celebraciones por el Bicentenario del Nacimiento de nuestras fundadoras: Santa María Eugenia de Jesús y Mére Thérèse Emmanuel. Ambas nacen en 1817, Ana Eugenia el 26 de agosto y Catherine, el 3 de mayo.
¡Demos gloria a Dios con nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro espÃritu, todo nuestro ser!
¡Seamos mÃsticas y mÃsticos del siglo XXI, hagamos presente a Jesús en medio de nuestro pueblo!